Jesuitas, ávidos astrónomos
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Jesuitas, ávidos astrónomos
En el marco de la Semana de la Astronomía ITESO 2023, Christopher M. Graney, investigador del Observatorio Vaticano, habló del quehacer científico de integrantes de la Compañía de Jesús en el campo de la astronomía, quienes hicieron aportaciones como la explicación del efecto Coriolis.
Montserrat Muñoz
A lo largo de la historia, la religión se ha posicionado en el imaginario colectivo como un enemigo del desarrollo científico. Pero, ¿qué tan cierta es esa incompatibilidad? Christopher M. Graney, académico adjunto en el Observatorio Vaticano, argumenta que no sólo es falsa, sino que integrantes de diversas órdenes religiosas han hecho aportaciones importantes al conocimiento científico, y en particular a la astronomía.
En el marco de la Semana de la Astronomía ITESO 2023, Graney dictó la conferencia “Jesuits in a spin: the Society of Jesus, the rotation of the Earth, and the Coriolis Effect”, realizada el martes 24 de octubre en el Auditorio D2 del campus.
El académico afirmó que la relación entre astronomía y religión es íntima: ya desde el libro del Génesis se narra cómo Dios creó al firmamento, las estrellas, y “un sol, para que domine el día, y la luna, para que domine la noche”.
Esta relación no paró ahí: desde el siglo XVII, integrantes de la orden jesuita han sido observadores de los cielos y desarrollado diferentes teorías que engranan lo dicho en las Sagradas Escrituras con el desarrollo del pensamiento crítico y el avance científico.
La física detrás de los huracanes, por ejemplo, fue investigada por los jesuitas, comentó. La rotación de estos fenómenos naturales se explica con el efecto Coriolis, causado por la rotación de la Tierra y su forma esférica. Si bien fue el científico francés Gaspard-Gustave de Coriolis quien heredó a este efecto su nombre en el siglo XIX, los jesuitas ya lo habían observado, entendido y explicado con 200 años de ventaja.
Sin embargo, debido a la tecnología con la que se contaba en aquel momento, los jesuitas concluyeron que el efecto Coriolis no ocurría, por lo que tomaron su ausencia como un argumento para desmentir que la Tierra girara. No fue sino hasta 1851, con la experimentación de Angelo Secchi, SJ, con el péndulo de Foucault, que se demostró claramente este efecto.
Graney recordó los trabajos de Christoph Scheiner, SJ, en 1614; de Giovanni Battista Riccioli, SJ, en 1651; de Claude François Milliet Dechales, SJ, en 1674; de Angelo Secchi, SJ, en 1851, y de Johann Georg Hagen, SJ, en 1910, este último fue el primer jesuita director del Observatorio Vaticano.
A pesar de la vocación religiosa de estos estudiosos de los cielos, nunca frenaron sus investigaciones pese a que sus resultados no coincidieran con lo escrito en la Biblia. “Ya desde el siglo cuarto, con San Agustín, las personas entendían que no había necesidad de interpretar la Biblia de manera literal”, dijo.
El ponente invitó a los presentes a deshacerse de los estereotipos que definen quiénes pueden o no hacer ciencia y mencionó a los jesuitas como ejemplo de lo que puede suceder si se desestiman estas expectativas.
Una explicación más a fondo de este cruce entre la historia y el trabajo científico de los jesuitas puede ser encontrado en su más reciente libro, en colaboración con Guy Consolmagno, SJ, director del Observatorio Vaticano, titulado When Science Goes Wrong: The Desire and Search for Truth, publicado a principios de este mes.
Alexander Zatyrka, SJ, rector del ITESO, se congratuló de que el estudio y la observación del universo sean temas que convoquen al encuentro, al diálogo y a la colaboración en el ITESO.
“Como universidad jesuita, nuestra universidad forma parte de una tradición centenaria en la que el estudio y la enseñanza de las ciencias naturales es muy importante. El temprano y especial quehacer de estos jesuitas permitió incorporar a la práctica de observar el mundo físico la de comparar lo observado con las teorías existentes para perfeccionar ambos procedimientos. Con ello se contribuyó a crear lo que ahora llamamos el método científico”, añadió.
Asimismo, apuntó que, como reconocimiento a estos aportes, 35 cráteres de la Luna y más de 30 asteroides tienen nombres de jesuitas destacados en los ámbitos de la astronomía, las matemáticas y la física. “Tres de ellos nombrados este mismo año por la Unión Astronómica Internacional”, mencionó el Rector.
Durante la presentación también estuvieron presentes: Catalina Morfín López, directora general académica; Juan Carlos Martínez Alvarado, director del Departamento de Matemáticas y Física (DMAF); Gerard Williger, académico de la Universidad de Louisville, y Javier Zapata Romano, académico del DMAF y coordinador de la Semana de la Astronomía ITESO 2023.
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